María llegó a la huerta justo cuando el sol comenzaba a esconderse tras las colinas. El aire olía a tierra húmeda y a romero. Vio al abuelo Bipuzo sentado en su banco de madera, simplemente observando cómo los colores del cielo pasaban del naranja al púrpura. María se dejó caer a su lado con un bostezo que no pudo reprimir.
[Imagen de un atardecer sereno sobre una huerta o campo]
María: Uf, abuelo. Estoy agotada, pero sé que esta noche tampoco podré dormir.
Bipuzo: (Girando la cabeza lentamente hacia ella, con una mirada tranquila) Estás agotada precisamente porque ya has decidido que no podrás dormir. Llegas a la noche con la armadura puesta, lista para una batalla.
María: Es que no puedo evitarlo. Llego a la cama y mi mente empieza a galopar. Repaso el día, planifico el siguiente, me preocupo por tres cosas que no puedo solucionar... He leído artículos, tengo una aplicación que mide mis ciclos, he probado tés. Nada funciona. Me despierto más cansada que cuando me acosté.
Bipuzo: (Señalando la huerta que se oscurecía) Mira a tu alrededor, María. ¿Qué ves?
María: Veo... la huerta. Los árboles están quietos. Todo se está apagando.
Bipuzo: (Sonríe levemente) ¿"Apagando"? Eso es lo que ven los ojos impacientes. Crees que la huerta deja de trabajar cuando se va el sol. Pero es justo ahora, en la oscuridad, cuando ocurre la magia más importante.
María: ¿A qué te refieres?
Bipuzo: Durante el día, con el sol, estas plantas han estado ocupadas: fotosíntesis, crecer hacia la luz, defenderse del viento. Un trabajo agotador. Pero por la noche... (Baja la voz, como contando un secreto) ...por la noche, por fin dejan de hacer y empiezan a reparar.
Bipuzo: En la oscuridad, las raíces absorben los nutrientes del suelo sin la presión de tener que enviar energía a las hojas. La savia transporta esos nutrientes y repara los pequeños desgarros del día. La tierra misma se rehidrata con el rocío. El descanso no es la ausencia de actividad; es el momento de la actividad interna. La regeneración.
María: Pero mi mente no se regenera, abuelo. Se acelera.
Bipuzo: Porque tratas el sueño como una tarea más que debes "hacer" bien. Lo mides, lo analizas, te frustras si "fracasas". Has olvidado que el sueño no es algo que conquistas. Es algo a lo que te entregas.
Bipuzo: ¿Ves esa tomatera? No se "esfuerza" por descansar. No se preocupa por si mañana tendrá suficiente sol. Simplemente, confía en el ciclo. Siente la oscuridad y se rinde a ella, sabiendo que ese rendimiento es necesario para el trabajo vital que debe hacer en silencio.
María: (Se queda pensativa, observando la calma de la huerta) ... Rendirse. No luchar.
Bipuzo: Exacto. Tu mente galopa porque intentas domarla. Deja de luchar contra la noche. Prepárate para ella como lo hace la tierra: enfríate, aquiétate y confía. El sueño no es tu enemigo, María. Es tu jardinero nocturno. Pero solo puede trabajar si le abres la puerta y dejas de vigilarlo.